RECUENTO HISTÓRICO DEL MUNICIPIO CALAMAR
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Calamar fue fundado en el periodo republicano, bajo el gobierno del general Tomas Cipriano de Mosquera. Los primeros habitantes llegaron en el año 1840, se establecieron en el sitio que hoy es Calamar, denominado antes Gamarra; una extensa llanura entre las Cienaga de los Negros y el Río Grande de la Magdalena.
Hasta ese lugar, en predios hoy del Puesto Militar Campesino de la Infanteria de Marina, llegan visitantes incrédulos para preguntar cómo es posible que ello ocurriera, mientras que para los nativos de avanzada edad ese pedazo de metal es parte del triste recuerdo de la prosperidad.
Uno de ellos, Francisco Castillo Martínez, historiador de Calamar, asegura que "un vendaval, en septiembre de 1937, levantó el riel, que ya estaba gastado para el tren y era utilizado como cerca, y lo clavó en el árbol. Yo era un niño de 4 años, pero lo recuerdo como si fuera ayer...".
Entonces, y desde antes, Calamar era puerto activo sobre el Magdalena, cuya economía giraba en el tren inaugurado el 20 de julio de 1894 y que transportaba, en 113 kilómetros a través de esa única vía terrestre con la capital del departamento -martes, jueves y sábado-, toda la carga (especialmente café y tabaco) y pasajeros que salían o llegaban del interior del país y del exterior.
Existían cinco muelles sobre el río, decenas de bodegas para almacenar la carga, múltiples cuadrillas cada una de 30 hombres para realizar esa carga y descarga en el tren y barcos, y cinco cómodos hoteles levantados en edificaciones con arquitectura arabescos.
Compañías multinacionales, como la Tropical Oil Company, tenían operaciones sobre su tierra. Se reparaban barcos y los aviones de Scadta acuatizaban dos veces por semana, llevando pasajeros y el correo. Había fábricas de ron, jabón, gaseosa y mantequilla.
El comercio era intenso, dominado en la 'Calle del río' por colonias de 'turcos', como llaman a sirios y libaneses -entre otros inmigrantes del Medio Oriente- en el Caribe colombiano. Además, familias italianas, alemanas, francesas y venezolanas eran propietarias de pujantes negocios, como el Club Social, las academias de baile, sala de billares y hasta los prostíbulos, uno de ellos casi exclusivamente abierto para estadounidenses. El dinero circulaba por montones.
"Había tanto dinero que todas las noches, aunque hubiera repeticiones, el cine se llenaba con 500 personas", dice Rafael Vergara González, sincelejano de 84 años y ahora residente en Cartagena, que llegó a Calamar en 1946 y administró hasta su cierre, en 1950, la sala 'Don Pepe', una de las tres que existieron aquí.
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